martes, 1 de julio de 2008

Nacionalismo Español y Nacionalismo Vasco

Quiero aclarar que he disfrutado como un enano de esta Eurocopa de Fútbol. Me ha encantado el juego de Holanda en la primera fase. La ilusión y ganas de Turquía, el buen hacer de Alemania, y sobre todo el gran juego y preciosismo de España.

Aún y todo, alegrándome como me alegro del triunfo de España, hubiera deseado que se permita participar en esos eventos a otras naciones sin Estado, y en concreto a Euskal Herria.

A ver si se enteran de una vez en España, que los abertzales (nacionalistas vascos) no odiamos lo español, ni lo francés. Y me refiero a los nacionalistas democráticos, claro está.
No nos consideramos una raza superior. Simplemente sentimos como nuestra patria a Euskal Herria, y queremos y defendemos lo nuestro por encima de lo de los demás, como cualquier buen patriota.

Por eso me alegro de que por fin haya manifestado ese sentimiento nacionalista español. En primer lugar por que me parece legítimo, y en segundo lugar por que me parece ridículo negar su existencia.

Pues sí. En España existe ese sentimiento nacionalista español o patriotismo. Ahora quizás nos entiendan mejor a los que tenemos otro sentimiento nacional o a los que consideramos como nuestra patria a otra distinta de España.

Quiero recoger por último una Editorial del periódico "Noticias de Gipuzkoa", que ilustra estos comentarios míos:

"Nacionalismo español"

En su discurso como candidato a la presidencia del PP, Mariano Rajoyaseguró que él no es nacionalista y que "el PP nunca será nacionalista". Minutos antes de esa proclamación había dejado claro que "la nación española no es ni discutible ni interpretable". No acaba de entenderse que un discurso tan claro como este, discurso, por cierto, de toda la vida tanto en el PP como en el PSOE, no se interprete como una afirmación de nacionalismo español. El triunfo de la selección española de fútbol en la final de la Eurocopa y sus victorias previas han evidenciado una jubilosa exaltación patriótica en la que no han faltado excesos y fanatismos, con el infinito fondo rojigualdo, banderas al viento del nacionalismo español animado por un indudable y merecido éxito deportivo. Es de toda justicia que nadie se avergüence ni sea avergonzado por expresar y reconocer su nacionalismo identitario, sea español o periférico. Este principio básico se quiebra cuando desde un nacionalismo, el español, se acusa a los nacionalismos periféricos de excluyentes, como si no fuera excluyente un discurso que niega a los ciudadanos que ponen en cuestión la unidad nacional española el derecho a discutirla. Es sintomático, por abusivo, que el único nacionalismo que ha conseguido reconocimiento como Estado sea también el único que se niega a reconocerse en su condición de nacionalista. Y así, en esa solemne falacia, al atribuir el nacionalismo español a los nacionalismos periféricos un carácter excluyente, niega que también sea excluyente el nacionalismo español porque, sencillamente, no existe. En el fondo, esta contradicción, este no reconocimiento del nacionalismo español, indica que el concepto de nación española no es compartido por todos, y mucho menos unánime. Como los nacionalistas españoles no quieren reconocer su condición, cuando en los partidos de fútbol que disputan las selecciones de Euskadi y Cataluña protestan airadamente por pancartas, gritos y cánticos calificando esos actos de "orgía nacionalista". Mientras tanto, han transcurrido semanas en las que, al ritmo de Manolo el del Bombo , las más altas autoridades del Estado han jaleado las glorias patrias y se han celebrado hasta la histeria por calles y plazas los éxitos de la nación española de fútbol.