miércoles, 15 de octubre de 2008

HIRU HONDARTZEKAKO AMSTEL KROSSA / CROSS AMSTEL TRES PLAYAS (Donostia)

HIRU HONDARTZEKAKO AMSTEL KROSSA / CROSS AMSTEL TRES PLAYAS (Donostia)

(Y breve reflexión sobre el sentido del sufrimiento)

Agradecimiento total a los organizadores, el club de atletismo donostiarra Jakintza Kultur Elkartea y Cervezas AMSTEL. Al numeroso público y a los participantes ( 2.200 personas aproximadamente).
Quiero reflejar mi experiencia en la carrera, el relato de la misma, hecho por un participante del montón, que disfrutó como un enano. Y al final una breve reflexión de esa paradoja: “disfruté sufriendo” y conste de ante mano que de masoquista no tengo ni un pelo.

Aquí va mi relato: Que gozada!. Un ambientazo, cerveza con limón al final, una camiseta transpirable de regalo (amarillo chillón), y sobre todo un éxito personal: 50´06´´ (10.000mts)

Y eso que no me había medido en ningún entrenamiento. No sabía realmente la marca que podía hacer. Pero me hacía la ilusión correr a 5´ el kilómetro y ¡objetivo logrado!.
La verdad es que me exigí desde el principio, yendo un pelín fuerte.
La salida era del Peine de los vientos, se recorría todo el paseo de Ondarreta y la Concha, pasando por el Boulevard, hasta Sagües (final de la playa de Gross), y vuelta hasta el Peine de los Vientos, esta vez pasando por detrás de los cubos del Kursal y por el Paseo Nuevo.

A mitad de carrera (en los Cubos) iba 24´50´´ (primera vez que miré el reloj), y me animé un poco; pero enseguida, una zona que tiende ligeramente hacia arriba (el paseo nuevo) y el viento en contra; me pusieron como a un Banco Hipotecario estos días, en crisis.
Así que las escaleras hacia el puerto las bajé andando, tanto no fuera que me cayera, como para recuperar un poco de aire.

Y llegué de nuevo al Paseo de la Concha. Había intentado recuperar el ritmo, pero ya sabía que no iba como al principio. Quedaba dos kilómetros y medio. Entonces me adelantó un tipo, al que intenté seguir para incrementar mi velocidad. Lo logré casi kilómetro y medio. Llegué al pico del loro (punto de unión entre la playa de la concha y la de Ondarreta), donde hay una pequeña bajada, que agradecí de veras. Faltaba menos de un kilómetro. Sin mirar el reloj, sabía que si forzaba podía conseguir una marca que se me antojaba difícil al comenzar. Y tiré para adelante.

Sin llegar a esprintar (por que no podía, claro está), me planté en la meta, con la gozada de haber dejado todo lo que tenía en el asfalto. Además, gracias a los entrenamientos, y a la caña con limón que me tomé, me recuperé bastante rápido.

Breve reflexión sobre el sufrimiento:

Hoy en día hay gente que se escandaliza en cuanto una persona ofrece algún sacrificio (mortificación) por Dios (por amor a Dios, propiamente): ayunos, abstinencia, velas nocturnas, y no te digo ya si habláramos de cilicios o disciplinas…

Se escandalizan incluso si uno intenta unir un sacrificio inevitable, como puede ser una enfermedad, a la Cruz de Cristo, que sufrió por salvarnos de la esclavitud del pecado (aguante el lector, que llego a la conclusión enseguida)

Pues bien, se puede sufrir (y se sufre) por uno mismo: bien por estar en forma, o por sacar músculo, o por estar más guap@, etc…Ejemplos deporte (esta carrera), gimnasios, monte; fuertes dietas de adelgazamiento, operaciones dolorosas de estética , horas de peluquería, etc…

Se puede sufrir por amor a los demás: como cuando unos padres se sacrifican por sus hijos, una pareja se sacrifica para verse, ceden en gustos, visita a enfermos, etc…

Y se puede es sufrir por amor a Dios: Uno pude ofrecer todo lo anterior, sacrificios activos (deporte, dietas, atención hijos, enfermos, etc…) así como sacrificios sobrevenidos: una enfermedad propia o de alguien cercano, una desgracia laboral, incluso la muerte de un ser cercano.

Para el no creyente esto último es una estupidez. Y cuando le llega una enfermedad o cualquier tipo de desgracia, bien se resigna, se revela o se amarga.

Los creyentes sabemos que podemos podemos ofrecer este sacrificio a Dios. Por Amor. Y que podemos unirnos a la Cruz de Jesucristo. Y que si lo conseguimos, no será fácil, ahí encontraremos la auténtica felicidad.